¿preguntar QUÉ ES SER MUJER es delito de odio?

La criminalización del feminismo

QUÉ ES SER MUJER

"Ahora las mujeres debemos lidiar con una nueva amenaza: el tener que afrontar la acusación de delito de odio por hablar de la realidad biológica del sexo, defender nuestros derechos y hasta por formular la pregunta qué es ser mujer o madre "

Hace unos días, Tribuna Feminista publicó varios artículos donde puso de presente que el sexo, entendido como realidad material incontestable, sigue siendo utilizando por el patriarcado como coartada para anular los derechos de las mujeres. Como nos demostró Gerda Lerner, desde el principio de la Historia, el patriarcado tradicional ha apelado a nuestra biología para negarnos los derechos y mantenernos en situación de subordinación. Y ahora, el patriarcado posmoderno niega nuestra biología con el inaudito fin de redefinir el concepto de mujer y desmantelar nuestros derechos. En ambos casos, estamos frente a manifestaciones de misoginia, es decir, de desprecio, hostilidad, violencia, intimidación, aversión y castigo hacia las mujeres, por el hecho de ser mujeres.

Y ambos casos suponen una violación de nuestros DDHH, que evidencian los graves retrocesos que estamos sufriendo las mujeres y niñas a lo largo y ancho del planeta, en prácticamente todos los indicadores que miden la desigualdad entre mujeres y hombres. Por si fuera poco, ahora las mujeres debemos lidiar con una nueva amenaza a nuestra dignidad, derechos y libertades que no vimos venir, porque resultaba insólita: el tener que afrontar la acusación de delito de odio por hablar de la realidad biológica del sexo, defender nuestros derechos y hasta por formular la pregunta «qué es ser mujer o madre». Como en el mito de Casandra, Janice Raymond y Sheila Jeffreys alertaron infructuosamente desde hace mucho tiempo del caballo de troya que suponía el transgenerismo para los derechos de las mujeres y niñas.

Sandra Moreno es integrante de Feministas Radicales, Jurista Feminista especializada en estudios legales de sexo y género

Sandra Moreno

Doctora en Derecho. Asesora jurídica con especialidad en Derecho Constitucional, Derecho del Trabajo, Estudios Feministas y de minorías sexuales. Vicepresidenta de Feministas Radicales

Precisamente, hace unos días, la Alianza Contra el Borrado de las Mujeres (ACBM) nos mostró una nueva grave manifestación del sacrificio injusto que se está imponiendo sobre los derechos más básicos de las mujeres y cómo avanza la alarmante criminalización del feminismo, publicando la respuesta que la organización británica Sex Matters dio al Informe emitido por el experto independiente de la ONU en materia de orientación sexual e identidad de género, Víctor Madrigal-Borloz, a la postre, uno de los firmantes de Yogyakarta10+. En su informe, éste cuestiona los trabajos de la Comisión de Igualdad y DDHH del Reino Unido sobre la Ley de Igualdad, al considerar que hablar sobre la realidad material de los dos sexos equivale a «odio» y perjudica a las personas trans.

En su informe, Madrigal-Borloz sugiere que preguntar «¿Qué es una mujer?» podría no superar los límites de la libertad de expresión y suponer la incitación al odio

En su informe, Madrigal-Borloz sugiere que preguntar «¿Qué es una mujer?» podría no superar los límites de la libertad de expresión y suponer la incitación al odio, señalados en el Plan de Acción de Rabat para combatir el discurso de odio. Y a lo largo de su reporte insiste en hacer graves afirmaciones sobre supuestas violaciones a los derechos de las personas trans en el Reino Unido, sin fundamentarlas fáctica ni jurídicamente. Como pone de manifiesto la ACBM, no sólo no aportó pruebas en las que apoye sus conclusiones, sino que hizo declaraciones en el Parlamento escocés desmentidas por los datos oficiales.

La postura irracional de Madrigal-Borloz reduce a transfobia prácticamente todo lo relacionado a la realidad biológica de las mujeres.

La postura irracional de Madrigal-Borloz, que reduce a transfobia prácticamente todo lo relacionado con la realidad biológica de las mujeres y la defensa de nuestros derechos, está siendo adoptada también por los Gobiernos de la izquierda posmoderna que reproducen en sus países estos desatinos en sus leyes y sus políticas públicas y acusan de delito de odio a las feministas.

En algunos actos algunas dirigentes políticas españolas acusaban de transfobia a las feministas cuando preguntaban en sus mítines « qué es ser mujer o madre»

Esta criminalización del feminismo per se ya ha llegado a España, como hemos podido comprobar en algunos actos de la reciente campaña electoral, donde algunas dirigentes políticas españolas, seguidas por sus adeptos, acusaban de transfobia a las feministas cuando preguntaban en sus mítines «qué es ser mujer o madre», o acerca de las víctimas de la violencia machista o nuestros derechos. Según se puede comprobar en los vídeos publicados en prensa y redes, la acusación de delito de odio por transfobia era la respuesta recurrente que daban las dirigentes políticas de la confluencia Podemos y Sumar y sus prosélitos, cuando las feministas preguntaban sobre cuestiones referentes a las mujeres. Lo cierto es que, según consta, en ningún momento se dijo nada sobre las personas trans. Esta acusación de transfobia hecha a las feministas es gravísima y jurídicamente resulta inaceptable, porque criminaliza al feminismo, como explicaré más en detalle en la segunda parte de este escrito.

Una mujer pregunta en un acto del Ministerio de Igualdad qué es ser mujer

Se están cumpliendo las predicciones fundadas que en 2020 hicieron al respecto las ocho Casandras españolas

El caso es que se están cumpliendo las predicciones fundadas que en 2020 hicieron al respecto las ocho Casandras españolas: Amelia Valcárcel, Ángeles Álvarez, Laura Freixas, Alicia Miyares, Angustias Bertomeu, Marina Gilabert, Rosa María Rodríguez Magda y Victoria Sendón, cuando advirtieron de lo lesivo que resultaría la autodeterminación del sexo para los derechos de las mujeres y menores de edad.

Sobre la ley trans es el artículo publicado por ocho feministas que saben qué es ser mujer y distinguen sexo y género

Por ello, resultan muy significativas las declaraciones de la relatora especial de la ONU sobre la violencia contra las mujeres y las niñas realizadas hace unos días.

Consciente de las crecientes amenazas e intimidaciones que sufren las mujeres que defienden los derechos de las mujeres, sean heterosexuales o lesbianas, la relatora de la ONU ha expresado su profunda preocupación por el deterioro de la calidad democrática que sufren los países occidentales, donde se está extendiendo la práctica de acusar de odio a las mujeres por defender sus derechos, restringiendo o impidiéndoles ejercer sus libertades de expresión, opinión, reunión y manifestación, entre otras. En palabras de Reem Alsalem traducidas por Tribuna Feminista:

Preguntar qué es ser mujer no debe generar insultos“Me preocupa la frecuente táctica de las campañas de desprestigio contra las mujeres, las niñas y sus aliados por sus creencias sobre la no discriminación por razón de sexo y las relaciones homosexuales. Tacharlas de «nazis», «genocidas» o «extremistas» es un medio de ataque e intimidación con el propósito de disuadir a las mujeres de hablar y expresar sus opiniones. 

Tales acciones son profundamente preocupantes, ya que pretenden infundirles miedo, hacerlas callar e incitar a la violencia y al odio contra ellas. Tales actos afectan gravemente a la participación digna de las mujeres y las niñas en la sociedad”.

Como veremos en la segunda parte, todas estas cuestiones puestas de manifiesto por Reem Alsalem son algunas de las expresiones más graves de lo que aquí denunciamos como la criminalización del feminismo y el creciente vaciamiento de los derechos humanos de las mujeres, que no son otra cosa que la misma misoginia de siempre, ahora exteriorizada también por algunas mujeres que ejercen posiciones de poder adoptando roles patriarcales.

Aunque se refería a los hombres, las reflexiones de Gerda Lerner sobre el poder patriarcal usado para eliminar a las mujeres rebeldes también se pueden predicar de algunas mujeres poderosas como estamos viendo en España: se da “preferencia a las mujeres dóciles y a aquellas que se adecúan perfectamente a la descripción del trabajo. Los hombres castigan con el ridículo, la exclusión o el ostracismo a cualquier mujer que se arroga el derecho a interpretar su propio papel o, el peor de todos los males, el derecho a reescribir el argumento”. Éstas son las tácticas de derribo que se están implementando contra las feministas radicales, las que combaten de raíz las causas de la opresión de las mujeres. Mi reconocimiento a las valientes mujeres que llevaron el feminismo a los mítines de los partidos autoidentificados de izquierda, que hoy han podido comprobar que, sin el voto feminista, no pueden ganar las elecciones. Sin mujeres, no hay democracia. Y sin el feminismo, no es posible construir una sociedad justa y libre.

En la primera parte de este artículo hablamos del asedio legal y fáctico que estamos sufriendo las mujeres a lo largo y ancho del planeta, y planteamos que entre todas las tácticas empleadas para someternos jurídica y socialmente y para desarticular al feminismo, la más alarmante de todas la hallamos en la criminalización de nuestro movimiento reivindicativo.

Resulta alarmante, porque si se criminaliza al feminismo y a las feministas, esto es, si se censura, intimida, boicotea, persigue y castiga a las mujeres y las organizaciones que defienden los derechos de las mujeres y a las mismas mujeres, ¿cómo podríamos exigir el cumplimiento efectivo de los derechos de los que somos titulares? ¿Quién nos protegería? Sabemos que los organismos supranacionales y los Estados, sus autoridades e instituciones, siguen siendo patriarcales, es decir, siguen propendiendo por que el ejercicio del poder siga bajo el control de los hombres para privilegiarlos, tanto individual como colectivamente, ya se trate de los hombres hegemónicos o de los diversos; porque siempre es en detrimento de las mujeres, ya sean heterosexuales, lesbianas o bisexuales. Nuestros derechos siempre están en cuestión.

Una prueba irrefutable de esto es la exclusión del sexo como categoría jurídica protegida en la Estrategia y Plan de Acción de las Naciones Unidas para la Lucha contra el Discurso de Odio, donde se tiene por tal “cualquier forma de comunicación de palabra, por escrito o a través del comportamiento, que sea un ataque o utilice lenguaje peyorativo o discriminatorio en relación con una persona o un grupo sobre la base de quiénes son o, en otras palabras, en razón de su religión, origen étnico, nacionalidad, raza, color, ascendencia, género u otro factor de identidad”. Como vemos, se protege a los hombres hegemónicos y diversos por todas las razones; pero se excluye al sexo que es la única categoría que nos protege, legitimándose implícitamente la misoginia.

Siendo esto gravísimo, lo peor es el carácter perverso de este fenómeno, porque con la criminalización del feminismo por parte del patriarcado los simples hechos y las actuaciones legales o legítimas de las mujeres se transforman en conductas reprochables, sujetas a sanciones sociales, penales y pecuniarias por vía administrativa, para convertir a las feministas en las enemigas a abatir. Pero, además, estos castigos ejemplarizantes, que suelen conllevar el escarnio público, constituyen a su vez una forma de violencia muy insidiosa, llamada ‘violencia económica’, que genera una notable indefensión, ya que pone a las mujeres en la tesitura de tener que acudir a los tribunales para defender no sólo sus derechos, sino también su honor, viéndose obligadas a afrontar el elevadísimo coste del litigio judicial.

Ésta es la situación en la que nos hallamos actualmente las feministas, y para ilustrarla nos hemos valido de hechos de rabiosa actualidad, donde las mujeres, y específicamente las mujeres que defienden los derechos de las mujeres, están siendo acosadas y acusadas de incurrir en supuesto discurso de odio por hablar de la realidad material de nuestro sexo y por ejercer o defender nuestros derechos específicos de los que somos titulares, señaladamente cuando se trata de la crítica del género en el ejercicio de la libertad de expresión y las demás libertades reconocidas en la Constitución, las leyes y la normativa internacional vigentes.

En la primera parte, nos remitimos a las gravísimas y falaces declaraciones planteadas por el Experto Independiente de la ONU en materia de orientación sexual e identidad de género, cuando sugiere que preguntar «¿qué es ser mujer?» podría no superar los límites de la libertad de expresión y suponer la incitación al odio, señalados en el Plan de Acción de Rabat. La postura irracional de este experto en identidad de género, que reduce a transfobia prácticamente todo lo relacionado con la realidad biológica de las mujeres y la defensa de nuestros derechos y libertades, supone no sólo criminalizar al feminismo, sino también a las mismas mujeres por el hecho de ser mujeres. En efecto, con su rechazo a la pregunta «¿qué es ser mujer?», lo que está haciendo es negar nuestra propia condición ontológica y pedir que se nos castigue por el supuesto odio a terceros que conllevaría no incluir en el concepto ‘mujer’ a las varones que invocan tener una identidad femenina.

Este es un paso más en la estrategia del Experto en identidad de género, uno de los firmantes de Yogyakarta10+, en su objetivo para que el Consejo de Derechos Humanos de la ONU apruebe su confuso Informe sobre la “Teoría de Género”, con base en el cual pretende, por un lado, que se sustituya la categoría sexo por género, o se tenga a la identidad de género como componente del sexo; y, por otro, que se tengan a los derechos específicos de las mujeres basados en el sexo como algo excluyente y, por tanto, constitutivo de delito de odio, tal y como hizo constar en sus informes “El derecho a la inclusión” y “Las prácticas de exclusión”. Todas estas actuaciones son una muestra intolerable de su misoginia, es decir, de discurso de odio hacia las mujeres por el hecho de serlo y de defendernos, que viola la normativa de la ONU que debe acatar, entre ellas, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, la CEDAW y todos sus instrumentos internacionales derivados.

Cuestionar lo qué es ser mujer, o nuestros derechos supone una violación a nuestros derechos humanos previstos en la Declaración de los DDHH, que reconocen la no discriminación por razón de sexo y el respeto por el libre ejercicio de nuestros derechos y libertades, entre otros, a la libertad de expresión (arts. 7, 19, 29). Por su parte, en lo que se refiere a la CEDAW, se conculca frontalmente su contenido, sentido y alcance porque cuestionar nuestra realidad biológica y los derechos que nos son inherentes supone per se una violación sistemática de los derechos humanos fundamentales en los que precisamente se basa el corpus iuris donde se construyen los derechos de las mujeres y las niñas. Es por esta razón que Robert Wintemute, uno de los firmantes iniciales del texto no vinculante de Yogyakarta, se desmarcó de algunos de sus principios, al darse cuenta de que en su elaboración no se habían analizado los efectos desfavorables que éstos tenían sobre los derechos de las mujeres y de los menores de edad.

Lo más grave de estas conductas misóginas que cuestionan incluso nuestra realidad biológica es que plantean el mensaje supremacista de que los hombres pueden arrogarse el derecho a responder «¿qué es ser mujer?» y volver a redefinirnos a su arbitrio, tratándonos como la “otredad”, tal y como se ha hecho en la Universidad de Hopkins (EEUU), donde en el glosario de su guía del lenguaje se definió a las lesbianas como “no-hombres” atraídos por otros “no-hombres”, negándonos el nombre mujer. Eso sí, a los gais se les definió como hombres atraídos por otros hombres.

Frente al creciente discurso de odio contra las mujeres y la criminalización del feminismo que se extiende por los países occidentales, la Relatora de la ONU en materia de violencia contra mujeres y niñas se ha pronunciado mostrando su preocupación por las tácticas empleadas tanto para descalificar, intimidar, silenciar e incitar la violencia y el odio contra las mujeres por ejercer nuestros derechos; así como las empleadas para restringir la libertad de expresión o tomar represalias contra las feministas críticas del género, como consecuencia de la interpretación sesgada de la normativa que penaliza la incitación al odio, entre otros, por razón de identidad y expresión de género. En su Declaración, Reem Alsalem rechazó que nos acusen de odio por el mero hecho de defender nuestros derechos, recordando que la normativa internacional nos reconoce el legítimo ejercicio de nuestros derechos basados en el sexo y, entre otras, las libertades de reunión y expresión en condiciones dignas y seguras.

El compromiso valiente de Reem Alsalem con la preservación de los derechos de las mujeres que le ordena su mandato de la relatora de la ONU, le ha valido que ella misma sea objeto de las conductas misóginas y criminalizadoras que describía en su Declaración, como podemos apreciar en la campaña de desprestigio y boicot que le ha montado AWID, una organización para el desarrollo que se dice feminista, pero que defiende causas a favor de otros colectivos, eventualmente lesivas de los derechos de las mujeres.

En su pronunciamiento “En la ONU no hay lugar para las agendas anti-trans”, AWID ataca infundadamente a la Relatora de la ONU, acusándola de vulnerar la integridad, independencia y la credibilidad de su mandato, exigiéndole rendir cuentas de las mismas, e insta a organizaciones e individuos a apoyar públicamente su pronunciamiento, que es un auténtico memorial de agravios donde se criminaliza al feminismo, a las feministas y a la misma Reem Alsalem, la que parece ser la única mujer con cargo en la ONU que defiende con coherencia y rigor la CEDAW y la demás normas e instrumentos de la ONU relativas a los derechos de las mujeres basados en el sexo.

Como puede apreciarse en su web, las tácticas empleadas en el pronunciamiento de la AWID consisten precisamente en intimidarla, intentar atemorizarla con la pérdida de su trabajo y exponerla públicamente para silenciarla, violando su derechos y libertades, tal y como había descrito Reem Alsalem en la Declaración en la que criticaba el acoso a las mujeres. Por ello, mujeres y organizaciones feministas de todo el mundo salimos en apoyo de la Relatora de la ONU y exigimos que le permitan ejercer las funciones propias de su cargo y terminar su mandato, sin hostilidad ni intromisiones ilegítimas.

A tres meses de haber entrado en vigor, ya podemos comprobar que, como en su momento nos advirtieron Juana Serna, Ángeles Álvarez, Alicia Miyares, Laura Freixas, Amelia Valcárcel, Marina Gilabert, Rosa María Rodríguez Magda, Victoria Sendón, Lidia Falcón, Amparo Domingo y otras feministas, la ley trans del Gobierno que se autodefine como feminista era peor de lo que se esperaba. Lo cierto es que las leyes de identidad de género no sólo traen el desmantelamiento de las categorías jurídicas ‘sexo’ y ‘orientación sexual’ y los derechos específicos de sus titulares y exponen a los menores vulnerables a peligrosos tratamientos experimentales que comprometen su salud; sino que criminaliza al feminismo para desarticularlo y silenciar a las mujeres. Y en este sentido están orientadas las últimas medidas adoptadas por el Ministro del Interior a las que nos referiremos en la próxima entrega.

En la conmemoración del Día Internacional para Contrarrestar el Discurso de Odio recordamos que la misoginia es la modalidad de odio más extendida, cruel y perversa que existe, porque es la única que pasa rápidamente de las palabras a la sangre. Las mujeres somos las hembras de la especie humana y decir esta verdad y defenderla no es odiar; es dignidad, libertad y justicia.